lunes, 13 de enero de 2014

78 (LA NACIÓN 12/05/1989)


78
LA NACIÓN 12/05/1989
 
Molinillo Moñíguez acepta el premio Pretoria criticando ‘los estereotipos’
 
“Piden el boicot para Sudáfrica en su conjunto, como país, y sostienen que si yo acepto la invitación, eso implica que apruebo la política del Gobierno sudafricano hacia los negros; todo esto me parece desmedido y, como estilista, me está afectando un montón: incluso he recibido mensajes críticos – todos de un cariz ruin y desagradable, tan propio de todos ellos - hacia mí y mi mujer, esto es increíble”. Tras la satisfacción inicial por el reconocimiento recibido, el Premio de Literatura Pretoria le está costando un disgusto personal a Antonio Molinillo Moñíguez.
 
Ayer, numerosos intelectuales pedían por carta al autor de Chirigota Fainberg y miembro de la RAE que cancelara su próximo viaje a Sudáfrica con motivo de la aceptación del galardón, que le fue concedido en enero por la Feria Internacional del Libro de Pretoria.
 
Según ellos, la presencia de Molinillo Moñíguez en el acto de entrega del premio constituiría un aval a la política del Gobierno sudafricano en relación al apartheid.
 
Antonio Molinillo Moñíguez, en conversación telefónica desde Palencia, donde imparte clases en la Famous Palencia International University, ha confirmado a LA NACIÓN que el próximo domingo estará en Pretoria para recoger el premio de las blancas manos del presidente sudafricano, FW Botha, conocido por su voluntad aperturista y que recientemente ha mostrado su disposición a entrevistarse con el terrorista convicto Nelson Mandela.
 
“La comunidad blanca sudafricana es muy plural – sirva como muestra las dos Guerras de los Bóeres. Sudáfrica es un país diverso donde, que yo sepa, de la misma forma que hay gente muy reaccionaria y racista, hay mucha gente muy crítica con el apartheid. Es un lugar donde se da un debate cultural y político intensísimo”, ha comentado Molinillo Moñíguez.
 
“En cualquier caso, explicar por qué acepto un premio me parece una descortesía hacia quienes han tenido la generosidad de concedérmelo.
No acepto ni he aceptado nunca las simplificaciones y los estereotipos sobre Sudáfrica que se difunden con tanto éxito en Europa, y particularmente en España, donde tan amigos somos de las diatribas binarias: blanco o negro, bueno y mano, derecha e izquierda, etc.”
“Incluso a veces no viene mal, aparte de convertir a los sudafricanos en un bloque compacto y malvado, confundir sudafricano y negro. Al fin y al cabo estamos en un país donde hay pocos negros y donde los pocos que hay procuran no hacerse muy visibles, y donde la ignorancia, aun la que carece de mala intención, puede ser alarmante. Más de una vez, en Nueva York, un visitante de España me ha preguntado cómo se va a “la calle de los negros”. Se refieren a ese tramo de Harlem donde se trapichea con droga con el relativo beneplácito de la policía. Mi mujer o yo les explicamos que casi todas las calles, más o menos, son calles de los negros, porque Nueva York está llena de ellos, y que casi en todas es posible adquirir el nefasto repertorio de potenciadores vitales, pero que a la mayor parte no se les nota, igual que a los españoles no suele notársenos. Pero para mucha gente en España un negro es un pandillero con gorra de beisbol y chándal fluorescente, pistola y los suficientes accesorios áuricos para armar un segundo sol. Pero la realidad es mucho más compleja”.
“A veces, casi siempre contra su voluntad, un escritor puede convertirse en un símbolo, incluso un síntoma: el canario en la mina que sin proponérselo advierte a otros de la cercanía de una crisis política, pero yo no pienso ir a Sudáfrica a criticar la segregación racial o dispensar una pócima democrática”, ha apostillado el popular autor cómico.

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