domingo, 28 de mayo de 2017

Despertando a Vicente Luis Mora


 
Despertar pensando que conozco a homófobos activos en tres bares gay.
 
Despierto en Novosibirsk, donde soy director del Instituto Murakami. Me dispongo a dar una conferencia en la que expongo los beneficios para la salud del glutamato de monosodio. Un oso siberiano levanta la peluda y espeta: “Hablas muy gracioso, ¿eres andaluz?”
 
 
Despertarse con Caraculo al pie de la cama. Caraculo fue una de las víctimas de mi primera “limpia” de Facebook. Señalándome con ambos índices, un pistolero desconfiado de sus propias habilidades, me revela: Desengáñate, ya no eres Vicente, en cambio, “estás” Vicente. Asiento de inmediato con la segunda cabeza.

 
Despierto para descubrir que la clase se ha vaciado de alumnas. Un chivato me comunica su paradero. “Están en la tamponería buscando una oveja descarriada, una chica en realidad”. Muy avergonzado entro y una chica muy bonita, una verdadera pintalobos me dice: “no te agobies cari, te encuentras en una tamponería unisex”.
 
 
Despertarse y recibir en mi saloncito rojo a mi hijo, un anciano de 67 años que me explica alborozado sus antiguas relaciones con Maria K. Miras en dirección a la cocina y descubres el Atacama. “Algún día este estercolero será tuyo. Tu cuerpo es un templo al que un día vendrán a rendir culto los gusanos más jugosos”.
 
 
Despertar tras soñar con el Mal de Pangea. Sin poder impedirlo reseñas la más reciente antología de cuento como si estuvieras describiendo un patio cordobés: enrejado lírico en el macetario de Eloy Tizón.


lunes, 13 de enero de 2014

Preámbulo. Agradecimientos.


PREÁMBULO. AGRADECIMIENTOS.

Cuenta la Historia que en cierta ocasión le preguntaron a Higinio por la razón de ciertas contiendas que se extendían a lo largo de los años. El bloguero respondió entonces algo en latín cuya inteligencia precisa se nos escapa pero que podría traducirse como: El muerto al hoyo y el vivo al bollo. Sin negar las ventajas prácticas que tan apresurada catarsis pueden reportar al lector de una cierta catadura, nuestra apuesta, como iniciados en la Ética de la Memoria, nos ha empujado desde el principio a aplacar nuestra sed de justicia en las asombradas aguas del Mnemosine; O dicho en términos menos dramáticos, a considerar la memoria histórica como “un derecho humano más, como un requisito previo necesario e ineludible para la consecución de la justicia”.

El Proyecto Vainilla Dream nace en 2013 con un triple objetivo: Arrojar luz sobre uno de los capítulos más oscuros y aviesos de nuestra historia literaria; resarcir en la medida de lo posible a las víctimas de la parodia; y, finalmente, una vez recabados los suficientes apoyos, elevar la solicitud ante la Unesco que declare a la Generación Nocilla Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.


Para la fragmentaria reconstrucción de Vainilla Dream que sigue – un mero adelanto a la espera de lo que la memoria refrescada del lector guste contribuir – hemos tenido la suerte de contar con el apoyo y el entusiasmo de algunas de las voces más excitantes del panorama literario actual. Éstos son sus nombres:

Eloy Tizona, Juan Comilla, Antonio Molinillo Moñíguez, Germán Sierra, Fernando Savater, Vicente Luis Mora, Jorge Gorrión, Víctor Balcells Mata, Ricardo Menéndez Salmón, Jordi Carrión, Jesús Ferrero Ferré, Juan Francisco Ferré, Antonio Muñoz Molina, Juan José Millás, Alberto Olmos, Juan Bonilla, Fernando Valls, Manolo de las Niñas, Enrique Vila-Matas, Milo J. Krmpotic, Eloy Fernández Puerta, Rafael Chirbes, Juan Soto Ivars, Gonzalo Torné, Juan Marés, Javier Moreno, Juan Carlos Párquez, Manuel Vilas, Miguel Espigado, Andrés X, Elvira Navarro, Rafael Reig, Lara Moreno, Antonio Orejudo, Javier Pérez Andújar, Almudena Grandes, Alberto Tamal, Laura Fernández y Luisgé Martín.

Para todos ellos, nuestras más sinceras gracias.

INTRODUCCIÓN A VAINILLA DREAM (Juan Comilla)


NUEVA INTRODUCCIÓN A VAINILLA DREAM

Doce años después de la publicación de Vainilla Dream volvemos a hacernos la misma pregunta: ¿Qué razón pudo mover a Redondo Mansalva a escribir su salvaje y desnortada parodia de una obra cuya aparición se situaba todavía cuatro años en el futuro? Sería tentador mantenernos en el terreno de las certezas y sostener junto a Marta Sanz, que Nocilla Dream, ese “milagroso injerto en el podrido árbol de la narrativa español”, no tiene necesidad de adalides. Mantener la cabeza alta. Arroyo sin fin. Igualmente razonable sería defender que solo haciéndonos una idea cabal de aquellos años estaremos en una posición firme de prevenir el inasumible retorno de una literatura prerrizomática. Pero vayamos por partes.


 Pocos lectores serios cuestionarían que el 2002 fue un mal año para nuestras letras. El primer aldabonazo llegó en vísperas de Reyes con la publicación de Un Buhonero en Nueva York. Esta novela proporcionará a Antonio Molinillo Moñíguez renovada ocasión de lamentarse sobre la mutabilidad de todas las cosas, y de introducir el que iba a convertirse en el eje central de toda su obra posterior: El conflicto entre el cefirismo de Villa y el eolismo de Aldea.


Azuzada por el mismo genio inculto y venturosamente experimental (que a la sazón, acabaría por relevarse como el anunciado heraldo de la Posliteratura), Diantres Asco introducía el buenismo en España con Amarrada, Amordazada y Porculizada, una sugestiva apología de las mujeres y de sus aliados en el género eréctil.


Apuntalando el naufragio, Miguel Esforzado publicaba sus Memorias de un Espía Aburrido. Desde la contrabierta de la segunda edición el jovencísimo autor (sonriente en la foto mientras se estira los ojos para parecer chino), reivindica abiertamente sus indiscreciones - cuyo más notorio resultado fue la completa desarticulación de la red asiática del CNI - como un canto a la capacidad de la literatura de transformar el mundo, un guiño, en definitiva, a la novel tesis de Jorge Gorrión de la literatura como proyecto ético.


 A la vista de este desastre no debe sorprendernos que entre sus costuras pudiera colarse sin mayor escándalo la publicación de Vanilla Dream.

Aquellos que vivieron esos años no tendrán problemas en evocar el extraordinario clima de crispación que dominaba todos los ámbitos de la sociedad, y que al extenderse a la literatura no se conformó, como había sido tradicional, con atacar las editoriales, los entremanejes, los premios, chanchullos y los talleres de escritura creativa, otrora arraigadas cunas de genios, sino que se extendió por la primera vez a los propios autores. El cabreo con la literatura era generalizado y profundo.  
Las cosas llegaron a tal extremo que era raro que pasase un día sin que se produjese una agresión en el mundillo literario. Uno de los casos más jaleados por la prensa cultural tuvo como improbable protagonista a Carlos “Carlitos” Tongoy, conocido hasta entonces por sus tranquilas costumbres dialécticas, y que sin aparente motivo que diera lugar a su espeluznante comportamiento publicó este comentario en su blog: Miguel querido, ya sé que me aborreces, que no me quieres en lo que yo valgo, pero advierte que mi Sentido Crítico se encuentra en “Paradero Desconocido”, donde tú ya sabes, teniendo sexo anal con tu Sentido del Humor.
La propia recepción de Vainilla Dream no se libró de esta tónica general – una recepción por otra parte gélida, a excepción de algunos conatos aislados de extremada agresividad atendiendo a la baja calidad literaria de la obra. Con característico acento arcaico, Fernando Valls describirá a Mansalva - en un comentario que reciclaría años más tarde para atacar a Agustín Fernández Mallo – como “no muy enemigo de polémicas, algo soliviantador de ánimos, y principalísimo estorbo para la paz de la república literaria”.


Desde los sectores más conservadores de la crítica se ha tendido a subrayar las dificultades asociadas a la cronología de la aparición de los libros. ¿Puede una obra nacer al abrigo de su propia parodia? Entre las respuestas – argumentos científicos y filosóficos que pueden soportar sin pesadumbre la etiqueta indie – queremos destacar las siguientes.

  1. Argumento de Hegel. Del mismo modo que lo real debe supeditarse a lo racional, la primacía lógica debe imponerse sobre la primacía temporal. Es más lógico, en este sentido, que una obra como Vainilla Dream, al carecer de una dimensión pangeica, o de lo que es más preocupante, de una solvente armadura paratextual, se considere un predicado a la búsqueda de un sujeto.
  2. Argumento de Edipo (o “Lascivius”). Como ha señalado Vicente Luis Mora con penetrante y entrañable ironía, “Edipo, el aciago rey de Tebas, ha sido visto como el prototipo de hombre que decide buscar sabiduría y a Anaxágoras a cualquier precio”. Tal para cual. Según esta interpretación, Edipo quiere ser Edipo, y para asegurarse de que llegará a ser Edipo se ve obligado a recurrir a una treta que muy pronto adoptará todos los rasgos de una paradoja temporal: la identificación absoluta con su padre. Solo convirtiéndose en padre de sí mismo logrará Edipo, sin contravenir el dictado de los dioses, suavizar el impacto del incesto, prevenir el parricidio y sanar su ceguera histérica. Ergo Vainilla Dream.
  3. Argumento del Retroceso Cuántico-Estético (un “Argumento en Obras”). Una posibilidad más exótica postula la reversibilidad de determinados procesos físicos y estéticos y que a nivel macroscópico se manifestaría como una reducción de los niveles de entropía, acompañado de una involución de la calidad artística. Según este controvertido argumento, Vainilla Dream habría viajado al pasado donde todavía aguarda el juicio de la preteridad.
  4. Argumento del Cerebro de Boltzmann. Wikipedia define el cerebro de Boltzmann como “una entidad hipotética consciente de sí misma, que se imagina originada por fluctuaciones aleatorias cosmológicas surgidas de un estado caótico de la realidad.” ¿Pudo Vainilla Dream ser escrito por un cerebro de Boltzmann, completo con la falsa creencia de ser Redondo Mansalva? El mutismo que guarda al respecto el propio Mansalva, unido al de la comunidad científica, nos obligan a ampliar el campo de búsqueda. Desde sectores leales al nocillismo  se ha apuntado que se requeriría de una fluctuación aleatoria más intensa, y por ello más improbable, para alumbrar un Boltzmann-Mallo que un Boltzmann-Mansalva. Con su habitual sagacidad, el propio Agustín Fernández Mallo se ha negado a descartar una posibilidad aún más inquietante: Que vivamos en un subuniverso suficientemente atípico como para que el número de cerebros de Boltzmann cobijando la falsa memoria de haber escrito Vainilla Dream supere el de todos los seres humanos que han existido y que existirán jamás.  

Con esta potente panoplia de argumentos no resulta temerario proclamar consumada desde ya la derrota de todos los pedantes.


Un último obstáculo queda en pie si queremos atribuir carta de legitimidad a la cronología: ¿Fue Vainilla Dream una parodia necesaria?


Dos datos: En enero de 2003 el Corte Inglés daba a conocer los resultados que arrojó la encuesta Viejos Tiempos, Nuevos Lectores. Hasta un 58% de los lectores consultados habría apostado “fuerte o muy fuertemente” por un repunte del “fragmentarismo” como el método más eficaz de enganchar a los jóvenes a la lectura. 


Y si esto no bastara a mostrar el nuevo rumbo que estaba a punto de emprender nuestra estrangulada narrativa, en abril del mismo año el barómetro del CIS hacía públicos los resultados de su última encuesta. Junto a las preocupaciones tradicionales de los españoles, el paro (con el 80%), el terrorismo (72%) e Irak (65%), se sumaba por primera vez el “carácter insuficientemente postpoético de la poesía española” con un nada desdeñable 41%.


Clara evidencia demoscópica de la plena factibilidad del “milagroso injerto”, libre ahora del inicuo lastre paródico. Demos respetuosa constancia del nuevo retrato que va emergiendo de nuestro renovador: Un “ser-entre” – enérgico avaro -, un ojo y una llaga que acapara brotes verdes y nuevas tendencias en el hediondo erial en el que se había convertido nuestra literatura.


Hasta 2005 la mayoría de los críticos se habían conformado con ubicar a  Vainilla Dream en el terreno de la literatura juvenil – su balbuceante trolismo e indigesta obsesión con la corrupción de los premios literarios parecían ameritar el sumario juicio. Desde entonces, no han faltado los lectores que han creído encontrar en Vainilla Dream nada menos que una crítica de los “purulentos estertores del posmodernismo en nuestras letras” digna de algún tipo de réplica.


Ya ninguna persona sensata duda que el “gran relato del posmodernismo” esté aquí para quedarse. Pero si el grueso de la denuncia de Mansalva ha sido falsado por acontecimientos posteriores, no estará de más que demos en beneficio del lector “contestación” a algunas de las imposturas que mojonan la obra.


¿En qué se diferencia un escritor español posmoderno, inmenso conocedor de Pynchon, Mad Men y topologías varias, y un pulcro punk japonés mascullando obscenidades que no harían ruborizar al mismo Padre Honorio? Según el gran retórico Mansalva en nada, absolutamente nada. El “gran” cosmopolitismo de la vanguardia nocillista reducido a una anglofilia servil y colonial que incorpora golosamente la “provincia España” a su destino manifiesto.


Pero hay más. Incansable en su baldío esfuerzo por minar las claves estéticas de una obra – que recordemos – aún no había sido escrita, reivindica Redondo para los nocillos la existencia de su propio “oscuro pasajero”: el actor navarro Alfredo Landa, que espada (o en su caso espadín) de Damocles en mano, vendría regularmente a desbaratar los ejercicios de escenificación más laboriosos de nuestra modernidad literaria.


Sirva como término a esta ya excesiva introducción la irónica denuncia que ha hecho Jesús Ferrero Ferré del inhumano tradicionalismo de Mansalva: “La pervivencia del mal (realista) garantiza, como sabía Balmes, que la supervivencia de la literatura esté vinculada a esa función suprema: practicar el mal (realista) y mostrarlo sin contemplaciones para que podamos verlo en toda su monstruosa desnudez”. Nunca fue una parodia menos necesaria.
Juan Comilla

 

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Tal día como hoy, hace X años, Juan Carlos Párquez tomó una extraña decisión que cambiaría el rumbo de su estrangulada[1] vida: Exasperado (la palabra justa sería empachado) con la maldad de los hombres y los candorosos ardides lingüísticos de que se valen para disimularla, confeccionó una lista con los mejores candidatos a ser el “elefante en la habitación”. A esta lista dio el vascongado el título provisional de Los Sinsabores del Verdadero Elefante[2].


[1] Para las frecuentes referencias al estrangulamiento en la parodia de Mansalva véase Misión del Estrangulado de JJ Pillarás.
 
[2] Solo nos han llegado informes incompletos y contradictorios sobre los posibles contenidos de las listas. Vicente Luis Mora dice recordar la inclusión de un extenso catálogo de abortadas reformas fiscales. Otros hablan de un efervescente carrusel mefistofélico en el que el elefante va tomando por turnos la forma del asesinato de Julio César, un emperador desnudo cualquiera, o el voluptuoso exterminio de los albigenses. (Repetimos el llamamiento a los lectores para su asistencia en la reconstrucción de la lista.)
 

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Hoy mi mujer me he despertado con la noticia de que Babelia ha puesto Papelerías a caldo.

Un relamido y nostálgico homenaje, sustentado en meras anécdotas y pseudoerudición, a esos lugares que forman parte esencial de un sesgado modo de entender la cultura y sobre los que, a lo largo de los siglos, fetichistas del libro – casposos alféreces en la liga de los tocones de vírgenes en solemne procesión y mozos de sanfermines – y lectores simples han ido construyendo una vana mitología[1]. Sirvan las primeras frases de la introducción del libro como muestra de la andrajosa inanidad intelectual del crepuscular Gorrión: “Entre una pera concreta y todas las peras se establece una relación parecida a la que mantiene una manzana con todas las manzanas que existen y existieron y tal vez existirán”[2].

En honor a la verdad mi mujer llevaba mucho avisándome de que mi alejamiento de las redes sociales no podía acarrearme nada bueno. El mazazo me ha hecho recordar una historia que un escritor español muy importante (no quiero decir quién) me contó hace unos meses: el director del periódico para el que escribía le dijo que no acababa de entender por qué no se defendía ante la gente que le vejaba e insultaba constantemente, o peor aún, se empeñaba en darle consejos para mejorar o cuanto menos enderezar su vida sexual. Yo tampoco, la verdad, acababa de entenderlo. Entonces, este escritor me dio un luminoso consejo: "Estilo, es una cuestión de estilo; o lo tienes, o no lo tienes; no contestes nunca a tus críticos, ni prestes oído a sus bestiales exhortaciones. Bastará a tu propósito con que a todas horas te refieras a ellos como necios y calumniadores, escoria infame, envidiosos hasta de la mierda que cago, ganado de Satanás indigno de una mínima contestación; el estilo cuesta mucho ganarlo, el estilo es oro puro, es dinero contante y sonante, una elegancia ideológica, ¿entiendes?”

Más tarde, a la hora del aperitivo, nos hemos acercado al Cementerio de los Tertulianos a despedirnos de Ernesto, que murió anteayer debido a complicaciones derivadas de una depresión que ninguno de sus amigos sabíamos que combatía (¡evidentemente con poco éxito!) Tal como dejó indicado, en la lápida hay un mariquita al que le echas un condón de sabor cualquiera y te toca una de Lady Gaga.



[1] Compárese con el texto original de la reseña: “Un hermoso homenaje (con su punto de nostalgia), repleto de anécdotas y erudición, a esos lugares que forman parte esencial de nuestro modo de entender la cultura y sobre los que, a lo largo de los años, bibliófilos y simples lectores han ido construyendo toda una mitología”.
 
[2] Compárese ahora el soez vandalismo del parodiador con la lúcida y sobrecogedora analogía del texto original (Papelerías, XXXX): “Entre un cuento concreto y toda la literatura universal se establece una relación parecida a la que mantiene una librería con todas las librerías que existen y existieron y tal vez existirán. Habrá quien denuncie la debilidad o aun la relevancia de la analogía, o quien afee la integridad de mi ecuánime intelecto, pero permítanme aseverar en mi propia defensa que la sinécdoque y la analogía son, casi con toda seguridad, las figuras por excelencia del pensamiento humano”.
 

37 (La génesis de Papelerías, contada por él mismo)


37

La génesis de Papelerías, contada por él mismo[1]

Llevaba meses reuniendo información y entrevistas a libreros, y varias semanas intensivas escribiendo el primer borrador de Papelerías, pero hasta ayer no conseguí entrar en él. Acumulaba fragmentos, pero era incapaz de ver el bosque. De pronto, abandonando la penosa heterotopía en la que me encontraba sumido, cambié el porcentaje de la "vCada libro es distinto. Nunca sabes cuándo va a ocurrir el "clic", en qué momento va a cambiar tu mirada y vas a comenzar a verlo todo claro. Aunque sea un espejismo.ista” del documento en Word. De 200%, pantalla completa, pasé a 100%, tres páginas por pantalla. Subía y bajaba el ratón con una fruición cada vez más animal. Podía controlar hasta seis páginas por pantallazo.

Entonces, por un breve momento, fui uno con Dios. Vi que el mundo era un sueño lúcido, y que mi alma de lector, libre ahora de su pecaminoso traje terrenal, remontaba el vuelo en busca de desconocidos horizontes. Al alcanzar el punto de Lagrange más cercano – esto fue instinto y no otra cosa – sentí, a medida que empezaba a decrecer la lucidez del sueño, como me  agitaba en todas direcciones presa de exóticas turbulencias, pero logré no perder la compostura – he escrito demasiadas crónicas de viaje como para no saber cómo comportarme en todo tipo de situaciones. Donde antes solo veía  librerías ahora empecé a ver bibliotecas.

Extasiado, comí peras en la Villa de los Papiros, y comí manzanas en la Biblioteca de Asurbanipal. Hastiado (dado el natural simbólico de estos manjares), me solacé con las sempiternas llamas de la Biblioteca de Alejandría. Ahí hice dos descubrimientos maravillosos: las llamas, no el ave, son el Fénix y, en segundo lugar, conocí el número exacto de demonios que caben en la cabeza de un escritor de bien… Me puse a escribir como un loco. Cada libro es distinto. Nunca sabes cuándo va a suceder el “clic”, en qué momento va a cambiar tu mirada y vas a comenzar a ver todo claro. Aunque sea un puto espejismo.

 


[1] Inexplicable la ojeriza del parodiador hacia el primer hombre que nos enseñó a distinguir correctamente entre una librería – con su atributo esencial de “desprendimiento” – y una biblioteca – “acaparamiento” -, una división que el agradecido público ya ha sabido incorporar al panteón de las grandes dicotomías clásicas, justo entre “bien y mal” y “arriba y abajo”.
 

39 (Alberto Tamal y la Segunda Sofística)


39
Alberto Tamal y la Segunda Sofística
NEOÁLBUM
La invención de la rueda. El primer cielo. Las nuevas aventuras de la estrella de Belén. El nacimiento del Tamal. Su primer taller de escritura creativa a los doce años[1]. Su primer microrrelato. La reinvención de la rueda. El pene que arrancó de cuajo. La cara de su madre. La primera cuenta de Facebook. La beca. La siguiente beca. El libro que quemó. La visión que después dijo no tener. El tazón con el que golpeó a su madre. El diálogo que mantiene consigo mismo treinta días y treinta noches a través de una cuenta fantasma de Twitter. Sus primeros discípulos. Su primer sermón sobre la grandeza de lo pequeño y el conjunto de los detalles. Su segundo taller de escritura. La milagrosa multiplicación de las tarjetas de crédito. La cara de su madre. El descubrimiento “personal” de la posmodernidad. Viaje a Roma donde está a punto de ser ordenado sacerdote. Su tercer taller de escritura. Su segundo milagro: El gato que rehusaba bajar del árbol del bien y del mal. La cara de su madre. Su conversión al arrianismo. Abucheos en Moscú. Entronconazo con unos veteranos de la guerra de Chechenia. Su cuarto taller de escritura. Su apresamiento y tortura. La cruz que no tiembla. El sepulcro enjalbegado. La primera resurrección fallida. La cara de su madre. 


[1] Esta velada muestra de desconfianza hacia la idea de que la literatura es enseñable encontrará más amplio eco y desarrollo en el capítulo ciento veintisiete, en el que Mansalva dirige sus burlas al venerable Platón.